El concepto de sociedad burguesa, entendido aquí en su sentido marxiano aún predominante (alemán: bürgerliche Gesellschaft), está estrechamente relacionado con el de sociedad civil, que tenía significados muy diferentes.
Desde Aristóteles hasta el siglo XVIII, correspondía al ideal de una comunidad de ciudadanos ordenada jurídicamente que, contrariamente a las relaciones entre el señor y el siervo, están unidos como hombres libres e iguales, sometidos a una forma de poder político administrado casi siempre por ellos mismos.
Este concepto no contemplaba la distinción entre comunidad de personas y organización del poder, entre sociedad civil y Estado.
Con la Ilustración, la relación entre el Estado y la sociedad civil cambió profundamente
Ya que ambos conceptos pasaron a ser opuestos. La sociedad civil constituía, según el modelo teórico del primer liberalismo burgués, la esfera privada de los ciudadanos, independiente del Estado y alejada de la política, en la que no se permitía ningún poder político sobre los individuos, sino solo el poder económico sobre las cosas.

El ideal de esta nueva sociedad burguesa
El paso de la acepción anteriormente utilizada de sociedad civil a la de sociedad burguesa se realizó plenamente con Karl Marx. Él se distanciaba del absolutismo, de las regulaciones estatales, de los privilegios de clase y del dominio clerical. Era una comunidad autogobernada de ciudadanos libres, iguales en derecho y política, capaces de debatir públicamente y de tomar decisiones racionales.
Desarrollada como un nuevo modelo social
Por la filosofía política, la sociedad burguesa comprendía tanto
- una nueva concepción del orden político (soberanía popular, autonomía administrativa) como
- una nueva teoría económica (economía de mercado) y
- una nueva concepción de la estructura de la sociedad (libre formación de intereses, principio meritocrático).
Los tres coincidían con los intereses de la burguesía industrial y culta o promovían su legitimación, sentando así las bases de la socialización de la propiedad y la educación. La fuerza disruptiva de estos principios tuvo su expresión en la Revolución Americana y en la Revolución Francesa.

Las revoluciones liberales
En Suiza, además de la Helvética, fueron sobre todo las revoluciones liberales de 1830-31 y el Estado Federal de 1848 los que favorecieron la instauración de un modelo casi idealista de sociedad burguesa.
En este período se estableció un nuevo orden que hacía realidad el principio de la libertad individual regulada por la ley. Garantizaba una convivencia razonada entre los individuos. Organizaba la economía según los principios del libre mercado y la competencia dentro de los límites establecidos por la ley y distribuía las oportunidades en función del rendimiento y el mérito.
Además, el poder del Estado estaba, por un lado, limitado en nombre de un Estado de Derecho liberal y, por otro, vinculado a la voluntad de los ciudadanos mayores de edad expresada a través de la opinión pública, las elecciones, los órganos representativos y el voto.

El arte, la ciencia y la religión
Se estructuran según los cánones de la cultura burguesa, pero se les concede un amplio grado de autodeterminación.
A pesar de la pronunciada discriminación contra las mujeres y, en ocasiones, contra los judíos, en Suiza este modelo ejerció un fuerte atractivo para todas las clases sociales y gozó de un amplio apoyo.
Una gran parte del movimiento obrero (Sociedad Grütli) también abrazó el ideal de la sociedad burguesa, entendida como una sociedad sin clases en la que todas las personas, independientemente de su situación económica y social (incluyendo, por tanto, a los trabajadores), son ciudadanos libres con los mismos derechos.
El progreso de la industrialización y el auge del capitalismo
Con el progreso de la industrialización y el auge del capitalismo, incluso en la Suiza democrática, los derechos burgueses a la libertad y los mecanismos de autorregulación de la sociedad burguesa, no condujeron a un justo equilibrio de intereses, sino a la formación de una sociedad de clases.

Solo el moderno Estado del bienestar consiguió, al menos en parte, superar las limitaciones del modelo social burgués e integrar más estrechamente a la clase trabajadora en la sociedad y en el Estado.
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